Hace ciento cincuenta años se celebró la sesión de la Sociedad Linneana. El uno de Julio de 1858, donde se leyeron por este orden:
I Un trabajo no publicado de Darwin sobre la selección de las especies, esbozado en 1839 y que uno de los presentes recordaba haber leído catorce años antes.
II El resumen de una carta privada de Darwin al profesor Asa Gray de Boston del año anterior.
III El trabajo de Wallace sobre la selección natural que había enviado a Darwin para su aprobación y posible publicación.
La Selección Natural se presentaba en sociedad.
Todo muy normal, solo destacar la memoria de uno de los enviados de Darwin, el doctor Hooker, y la curiosa costumbre de guardar copias o resúmenes de las cartas enviadas. La cosa tiene mérito, porque Darwin las escribía a miles.
Darwin no asistió porque uno de sus hijos había fallecido, aunque él nunca asistía a estos eventos por su misteriosa enfermedad, y Wallace tampoco estuvo presente porque se encontraba al Este de Java.
Antes de esta sesión hubo un cruce de correspondencia entre Darwin y sus enviados Hoorker y Lyell.
“Me alegraría publicar ahora mismo un esbozo de mis opiniones (…) pero no consigo persuadirme de que puedo hacerlo de manera honorable”.
“Quemaría mi libro antes de que Wallace o cualquier otro pudieran pensar que me he comportado indignamente”.
La sangre no llegó al río como atestiguan las actas de la sesión, Mister Darwin era algo histrióníco, todo trascurrió de una forma honorable.
Un misterio poco estudiado es por qué Darwin, una persona muy obsesionada con los honores y la primacía científica, por mucho que disimulara con hipócrita afectación, retrasó más de veinte años la publicación de su teoría con el riesgo de ser adelantado por cualquier otro, pero Darwin y su equipo tenían soluciones como se vió, y el retraso estaba justificado.
Cuando se suponía que "la célula era una unidad uniforme de protoplasma", cuando no se conocían los mecanismos de la herencia genética, cuando no se atisbaba la complejidad que la vida nos muestra cuando avanza el conocimiento, era posible mantener el darwinismo, entre las vaguedades del desconocimiento, pero hoy ciento cincuenta años después la cuestión es más difícil, pero ahí sigue.
Alfred Russell Wallace cedió caballerosamente la primacía a Darwin, quien sin duda veía más lejos y sabía las implicaciones extracientíficas de la teoría. Como afirma Dawkins, desde Darwin es posible ser un ateo intelectualmente satisfecho.
Si el darwinismo ha persistido durante un siglo y medio es a causa de esa satisfacción intelectual que produce en algunas personas, podría ser sustituido de forma satisfactoria por algún otro tipo de droga, posiblemente ansiolíticos, que producen menos efectos secundarios y no retrasan el avance de la ciencia, pero eso el tiempo lo dirá.
lunes, 30 de junio de 2008
Un Siglo y medio sobreviviendo
Etiquetas:
Darwin,
fraude científico,
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4 comentarios:
Amigo Pepe,
Dígame por favor en cuál de los escritos del Sumo Pontífice de la religión darwinista ha encontrado usted esta joya:
"...desde Darwin es posible ser un ateo intelectualmente satisfecho."
Porque, aunque me tenía prometido a mi mismo no leer una sola parrafada de este autor hasta que no pidiese perdón por su Opera prima (el Gen Egoista), creo que voy a romper mi promesa...
Un saludo cordial
Hola Emilio, la frase está en "El relojero ciego", ahora no lo tengo a mano para ver el capítulo.
Saludos.
Muchas gracias, Pepe.
De momento no pienso acercarme a obra de tan excelso título.
Le invito a darse una vuelta por aquí:
http://weblogs.madrimasd.org/biologia_pensamiento/archive/2008/07/01/95830.aspx
"por qué Darwin, una persona muy obsesionada con los honores y la primacía científica, por mucho que disimulara con hipócrita afectación"
Vaya; además de mentiroso, hijoputa. El famoso Pepe el hijoputa, supongo.
(Ya están estos darwinistas insultando, se dirá Pepe el hijoputa, amigo íntimo de Darwin y conocedor de primera mano de su hipócrita disimulo.)
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