domingo, 22 de junio de 2008

Ciencia y literatura, Nabokov no tragó.





En Público un tal Carlo Fabretti, matemático y escritor, según afirma, ha dedicado varios comentarios al tema: Ciencia y literatura.
Los comentarios de Fabretti, un antisistema fanático, no tienen más interés que el sociológico, o el estudio psicológico de estos psicópatas compasivos, pero el título me ha hecho recordar a un genio de la literatura que fue un científico notable.

Vladimir Nabokov estuvo toda su vida fascinado por los lepidópteros y realizó notables estudios sobre las mariposas, durante los años que pasó como becario de investigación en el Museo de Zoología Comparada de la Universidad de Harvard publicó más de una docena de artículos técnicos, más tarde fue contratado como profesor de literatura en Cornell.
La vida universitaria y la investigación es comentada con su genial estilo en alguna de sus novelas, en Pnin escribe:

Como de costumbre, los profesores estériles triunfaban en su empresa de tener una "producción" que consistía en reseñar libros escritos por colegas más fértiles, y como de costumbre, una cosecha de afortunados miembros del claustro disfrutaban o estaban a punto de disfrutar las becas obtenidas en el curso anterior.

Tras mostrar algunos de los extraordinarios temas de investigación de los becarios, Nabokov concluye:

Y en último lugar, sin que ello signifique desmerecimiento alguno, la concesión de una beca especialmente generosa permitiría al renombrado psiquiatra de Waindel, el Dr. Rudolph Aura, aplicar a diez mil alumnos el llamado Test de Inmersión Digital, en el que se le pide al niño que moje el índice en diversos tarritos con fluidos de colores, tras lo cual se mide la proporción de la longitud del dedo que ha sumergido, para crear con esas magnitudes toda clase de fascinantes gráficos.

En "Habla, memoria"en el maravilloso capítulo -como todos- que dedica a su pasión por los lepidópteros escribe:

A mí me atrajeron en especial los misterios del mimetismo, sus fenómenos mostraban una perfección artística que solo se relaciona generalmente con las cosas hechas por el hombre. Considérese por ejemplo la imitación de los jugos venenosos que realizan las máculas en forma de burbuja que poseen las alas de algunas mariposas ( en la que no falta ni la semi-refracción), o la producida por sus lustrosos botones amarillos en el caso de las crisálidas.
Considérense los trucos de ciertas orugas acrobáticas (las del guerrero del haya) que en su infancia tienen aspecto de excremento de pájaro pero que después de su metamorfosis presentan unos apéndices ásperos de tipo himenópteroideo, así como otras características no menos barrocas, que permiten a estos extraordinarios individuos interpretar dos papeles a la vez( como el actor del teatro oriental que se convierte en una pareja de inextricables luchadores): el de la serpenteante larva y el de enorme hormiga que ha capturado. Cuando cierta polilla se parece a cierta avispa, también camina y mueve sus antenas a la manera de las avispas en en lugar de hacerlo como una mariposa. Cuando una mariposa tiene que parecer una hoja, no solamente reproduce de forma bellisima todos los detalles de la hoja, sino que tiene, además, numerosas marcas que imitan los agujeros perforados por los gusanos. La"selección natural", en el sentido darwiniano de la expresión, no bastan para explicar la milagrosa coincidencia de la apariencia y el comportamiento imitativo; tampoco me parecía suficiente apelar a la teoría de la "lucha por la vida" cuando comprobaba hasta qué extremos de sutileza, exuberancia y y lujos miméticos podía ser llevado un mecanismo defensivo, que en cualquier caso va muchísimo más lejos de lo que pueda apreciar ningún depredador. Descubrí así en la naturaleza los placeres no utilitarios que buscaba en el arte. En ambos casos se trataba de una forma de magia, ambos eran un juego de hechizos y engaños complicadísimos.


Nabokov no tragó con las fantasías darwinistas, dijo no. Su rigor, su pasión por los detalles, su carácter independiente, su desprecio por el rebaño, le hicieron lúcido y genial también en esto.

2 comentarios:

Emilio Cervantes dijo...

Salve amigo Pepe,

Una de mis especialidades favoritas es la relación entre genética y literatura. En el blog Biología Humanista escribí tres o cuatro entradas sobre el tema que sigo madurando. Ocurre algo parecido a lo que usted comenta aquí de Nabokov. Verbigracia, la genética que puede vislumbrarse en algún texto literario describe una realidad mucho más rica que la genética revelada por la investigación. Ante la literatura, la vida se muestra floreciente, ante la ciencia, se retrae.

¿Por qué no se da una vuelta por el blog Biología y pensamiento y nos deja algún comentario en una de las entradas recientes sobre la fascinante relación entre Darwin y Engels?.

Un saludo

DarkSapiens dijo...

Pero… ¿tan difícil es usar la lógica…?

Se afirma que la selección natural no es suficiente para explicar la magnífica imitación de otras formas naturales por parte de los lepidópteros como medio de camuflaje… Sin embargo, sabemos que ese camuflaje evita que sean devorados, y tienen más probabilidades de morir cuanto más fáciles de distinguir sean. Esto es, los camuflajes más imperfectos son eliminados, sin posibilidad de tener descendencia.

¿No es lógico pensar que de este modo sólo las imitaciones más perfectas transmiten sus genes a las generaciones posteriores? ¿No tiene sentido que con el paso del tiempo el nivel de detalle capaz de alcanzar la imitación vaya perfeccionándose conforme los menos difíciles de localizar vayan siendo eliminados?